Instrucciones básicas para escribir una historia

 


Aunque nuestras vidas están abonadas por historias que nos hacen crecer como seres humanos, es difícil y a veces imposible escribir una buena historia. Para ello, debemos contar con las herramientas necesarias: una habitación agradable, una silla ergonómica, un techo limpio, una ventana abierta por si alguna musa quiere entrar a ayudarnos, un buen cenicero donde apoyar ese cilindro blanco humeante hoy desterrado, un bolígrafo y papel en blanco o un teclado donde golpear y, fundamentalmente, una lupa, una gran lupa.

Aproximémonos con la lupa al pequeño agujero entre el rodapié y la solería y observemos el continuo devenir de entradas y salidas de unas hormigas, examinemos sus antenas, su circulación en fila india y busquemos al personaje de nuestra historia. Una vez elegido, describamos cómo es, pero a través de ese peculiar y dubitativo paso que lo hace distinto; después analicemos su recorrido, sus tropiezos con otras hormigas, sus choques de antenas, su encuentro con una miga de pan cien veces mayor que él y que intenta arrastrar hacia ningún sitio, e intentemos crear una duda metafísica sobre si la bola de pan entrará o no por el pequeño agujero de la pared.

Ya tenemos el argumento: acerquemos la lupa al personaje y observemos su gran esfuerzo, y pasemos a contar lo que no se ve, mientras el corazón de la hormiga palpita a un ritmo acelerado.

Podemos alargar la historia tanto como queramos, pero es recomendable que no sea más de una cuartilla, así que pensemos rápidamente en el desenlace.

El final no debe ser previsible; la sorpresa es nuestra arma secreta. Así pues, pensemos en un oso hormiguero y en cómo esa mañana desayunará pan con hormigas.

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