Mundo perdido
Aquel mueble de madera rectangular albergaba el gran poder que ejercíamos sobre 11 figuras de madera, atravesadas en el costado por una barra de acero niquelada, mientras oímos una vez tras otra “Huracan” de Bob Dylan. Mi amigo Curro y yo nos conocíamos desde que teníamos 5 años, vivíamos en el mismo barrio, siempre fuimos al mismo colegio, nos sentábamos en la misma mesa y queríamos a las mismas niñas. Yo en la defensa y la portería y él en la media y la delantera, casi siempre ganábamos, salvo cuando alguna pareja de otros barrios llegaba y nos ganaba, acabando discutiendo entre nosotros para dilucidar de quién había sido la culpa. Por aquel tiempo queríamos cambiar el mundo, con nuestras camisas con el cuello vuelto y los jerséis con coderas, y el mundo nos cambió, incluso a algunos se los llevó por delante de una sobredosis o de una cirrosis años mas tarde. Recuerdo escribir una y mil veces la palabra “no” en folios, pupitres, paredes, en cualquier sitio, “NO”. De haber vivido en N...