LA FINAL
Como cada mañana, espera el autobús que le lleva al instituto, viste un jersey azul y un vaquero, sostiene en su mano una carpeta tuneada con una pegatina verde y blanca, que apoya en su costado y en el interior de la carpeta, libros , un block de anillas y los colores negro y rojo de la bandera anarquista. Al subir, se coloca al fondo del autobús; y es que a pesar de los cuarenta y cinco minutos de recorrido, prefiere estar de pie que ir sentado y verse en la obligación de ceder el asiento, como manda la educación recibida y tener entonces que aguantar los empujones de un abarrotado autobús donde suben y bajan ciento de historias con un destino efímero. Las nueve menos diez; los lunes alargan el tiempo del viaje, y tiene diez minutos para adaptarse a un mundo de folios, adolescencia, e ideales. Después de las dos primeras clases, la megafonía pregona el recreo, produciendo la misma respuesta incondicional que al perro de Pávlov, entre jóvenes llenos de acné y futuro. ...